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El inconsciente personal.

El inconsciente personal se asienta sobre una capa más profunda, que no proviene de la experiencia personal ni es una adquisición personal, sino innata. A esta capa más profunda la llamo inconsciente colectivo. Arquetipos e inconsciente colectivo.

El inconsciente, como la totalidad de todos los arquetipos, es el depósito de toda la experiencia humana desde sus orígenes más remotos. No es, en efecto, un depósito muerto, una especie de basurero abandonado, sino un sistema vivo de reacciones y aptitudes que determinan la vida del individuo de maneras invisibles, tanto más eficaces cuanto más invisibles son. Estructura y dinámica de la psique.

El inconsciente personal es el extraño interior. Ya que no es que ellos piensen en él, sino que él piensa…en ellos.

La gente suele quejarse de no saber por qué sufre, de no saber por qué hace ciertas cosas, de no saber por qué siente algo, de no saber por qué le desagradan ciertas cosas y de otras que no puede explicar. Pues bien, ese «no sé» es la mente inconsciente, que dirige la vida de las personas entre bastidores, es decir, sin su propia consciencia. Si las personas fueran plenamente conscientes, sin ninguna instancia psíquica inconsciente, sin duda sabrían esas respuestas sobre su propio Ser. Sin embargo, no las tienen, y aparte de la resistencia al cambio y a hacer lo racional, eso constituye la evidencia más clara de la mente inconsciente.

En su definición más básica del inconsciente, Jung lo define como un momento de falta de conciencia, de no ser precisamente lo que es, de algo completamente desconocido.

El inconsciente representa un estado de cosas extremadamente fluido: todo lo que sé, pero en lo que no estoy pensando en este momento; todo aquello de lo que alguna vez fui consciente, pero que ahora he olvidado; todo lo que percibo con mis sentidos, pero no percibo con mi mente consciente; todo lo que, involuntariamente y sin prestarle atención, siento, pienso, recuerdo, deseo y hago; todo lo futuro que se está formando en mí y que algún día llegará a la consciencia: todo esto es el contenido del inconsciente. C.G. Jung, Sobre la naturaleza de la psique, CW 8, §382

Avanzando en su definición, Jung afirma que el inconsciente no puede reducirse a una mera negación de la consciencia, ya que eso equivaldría a explicar la oscuridad como la ausencia de luz, lo que degradaría su naturaleza a un mero pensamiento dicotómico, y peor aún, a las ilusiones del empirismo. Más bien, el inconsciente muestra una volición propia. 

Podría decirse que es el ser real dentro de un caparazón que es solo una apariencia. Es, de hecho, un ser con voluntad propia, o tal vez podría decirse que es la voluntad misma manifestándose. Por ejemplo, esos lapsus o lapsus que ocurren sin la voluntad o consciencia del individuo, son evidencia de la manifestación del inconsciente, dominando la mente consciente. Algunos podrían decir que estos lapsus son meros errores cognitivos o teóricos, y algunos podrían serlo, pero hay momentos en que lo reprimido emerge sin filtros. En realidad, «la verdad está en el lapsus», es decir, es el verdadero Ser de la persona manifestándose, surgiendo de las profundidades del inconsciente, que la conciencia del individuo no puede detener.

Otras cosas que caen en el reino del inconsciente son aquellas habilidades que fueron automatizadas, ya sea por un aprendizaje consciente o inconsciente, las cuales pueden categorizarse como huellas o marcas somáticas, así como todo aquello que es instintivo o innato, ante lo cual la instancia consciente del individuo es completamente impotente, y todo aquello que llega a la mente por debajo o por encima del umbral de conciencia de los sentidos.

La definición más común del inconsciente es todo lo reprimido. Como podría ser algo inaceptable en uno mismo, es entonces cuando la mente comienza a liberar los mecanismos de defensa inconscientes o los mecanismos de afrontamiento conscientes para lidiar con esos problemas. Sin embargo, estas cosas reprimidas terminan manifestándose como acciones o proyecciones pasivo-agresivas sin que la persona sea consciente de ellas.

Esas cosas que se niegan no necesariamente tienen que ser algo que pueda considerarse «malo» o «incorrecto», pero debido a ciertas circunstancias, se niegan. Sin embargo, es esa autonegación y represión la que conduce a los trastornos mentales.

“Cuanto mayor sea la brecha entre lo consciente y lo inconsciente, más se acerca la fatal división de la personalidad, que en individuos con predisposición neurótica conduce a la neurosis, y, en aquellos con una constitución psicótica, a la esquizofrenia y la fragmentación de la personalidad.” C.G. Jung, Símbolos de la Transformación: Dos, CW 5 §683.

La mayoría de las personas, especialmente quienes solo conocen la psicología de oídas, tienden a reducir el inconsciente al marco freudiano de los deseos sexuales reprimidos. Sin embargo, la mayoría nunca ha leído a Freud y desconoce por completo sus escritos o cómo funciona realmente su psicoanálisis.

Sin embargo, como afirma Jung, eso equivaldría a reducir a los humanos a meros animales cuyo único propósito era reproducirse. Los humanos no pueden ser degradados de esa manera, ya que la naturaleza de la psique demuestra tener un propósito trascendental.

El Inconsciente Personal, lejos de ser una mera suposición psicoanalítica, resulta ser este Extraño Interior que se comunica con el individuo, especialmente mediante los sueños, de forma simbólica. Como dice Jung:“Los símbolos son como un puente entre la conciencia y el inconsciente”.

En la antigüedad, existían quienes se especializaban en la interpretación de los sueños. Sin embargo, la gente moderna, debido a su pseudoracionalismo, intelectualismo y cientificismo, ha rechazado el estudio serio de sus propios sueños, cuando en realidad estos contienen la clave de la plenitud. Los sueños se han reducido a imágenes aleatorias sin significado para quienes son ciegos. Son aquellos que no pueden, o tal vez les asusta, ver cómo sus propios sueños reflejan su propio estado psíquico.

Como se dijo, el inconsciente es la voluntad misma; por lo tanto, cuando no es reprimido por la consciencia, comunica su propia voluntad en sueños mediante imágenes simbólicas. Esta voluntad tiene un propósito en sí misma, por lo que también podría llamarse entelequia. Este propósito es, pues, hacerse consciente para alcanzar la plenitud de la psique. Por ello, podría decirse que el inconsciente tiene una naturaleza teleológica.

De hecho, si la psicología junguiana pudiera resumirse en una frase, sería: “hacer consciente lo inconsciente”.

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